En abril acudimos a la boda de Seema, una chica de 17 años que vive en los slums de Udaipur. Conocemos a Seema des de hace seis meses aproximadamente. Ella es la hermana de 5 niños beneficiarios del proyecto de Kolam “Educación en los Slums de Udaipur”.
De la casa salen mujeres cantando y llevando un cuenco con una masa marrón, se dirigen hacia el novio. Entre los cánticos mojan el pie del chico en la masa, bendicen una pulsera a la vez que la untan en el mejunje y reemplazan la pulsera que llevaba puesta por la bendita. Volvemos a casa de Seema y recogen un vaso grande con una especie de sopa de lentejas y volvemos. Un hombre le da de comer la sopa de su mano y volvemos a casa de la novia siempre acompañados por los cánticos de las mujeres.
Ha llegado el momento, la ceremonia va a empezar y miramos ansiosos a la puerta de la casa para ver salir a la novia. Aunque algo va mal… Se escuchan unos lloros desconsolados en el interior de la casa, Seema no desea el matrimonio. No conoce al novio, jamás lo ha visto antes. No conoce nada acerca de él aunque eso no importa, los matrimonios concertados siguen al orden del día en India, siendo Rajasthan uno de los estados donde es más común esta práctica. La dote se sigue pagando a la familia del novio para compensarles por cuidar de la novia que tiene que abandonar su hogar para ir a vivir a casa de la familia del novio.
La novia se queda en casa, consciente y descansando. El novio está fuera descansando también y algo más ligero de ropa.
Llegamos a las siete de la tarde. La mayoría de invitados ya habían llegado. Desde lejos ya nos saludaban avisándose entre ellos gritando “¡Angrezee!”, literalmente inglés. Así es como los indios suelen llamar a los extranjeros, algo así como el “guiri” español. Habían montado una carpa, preparado comida, sillas, y un pequeño altar donde se celebraría la ceremonia, incluso alquilaron una toma de corriente para tener luz por un día. Entre los saludos y presentaciones buscamos a la novia, pero no la vemos. Está dentro de casa esperando, todavía no puede salir. El novio está al otro lado de la calle vestido y preparado, sostiene un pañuelo blanco con el que se cubre la cara y de vez en cuando se seca disimuladamente el sudor. Hace mucho calor.
De la casa salen mujeres cantando y llevando un cuenco con una masa marrón, se dirigen hacia el novio. Entre los cánticos mojan el pie del chico en la masa, bendicen una pulsera a la vez que la untan en el mejunje y reemplazan la pulsera que llevaba puesta por la bendita. Volvemos a casa de Seema y recogen un vaso grande con una especie de sopa de lentejas y volvemos. Un hombre le da de comer la sopa de su mano y volvemos a casa de la novia siempre acompañados por los cánticos de las mujeres.
Nos sentamos y no paran de asaltarnos con bebés para que los cojamos. Al poco rato aparece un caballo en la zona donde está el novio y lo atan a un tractor que hay aparcado en la calle. Volvemos a oír cantos, se acercan las mujeres de la familia del novio con el vestido de la novia y se lo entregan en casa para que se vista para la ocasión. La novia se prepara y el novio se pone en marcha.
Armado con su espada sube al caballo y se acerca a la puerta de la casa de la novia donde recibe las bendiciones de la familia. Le dan de comer dulces mientras le pintan puntos rojos en la frente y le cantan. De nuevo a lomos del animal golpea con la espada la imagen del Dios Ganesha. Ahora sí, camina bajo la carpa para tomar asiento en su silla donde espera a su futura esposa.
Ha llegado el momento, la ceremonia va a empezar y miramos ansiosos a la puerta de la casa para ver salir a la novia. Aunque algo va mal… Se escuchan unos lloros desconsolados en el interior de la casa, Seema no desea el matrimonio. No conoce al novio, jamás lo ha visto antes. No conoce nada acerca de él aunque eso no importa, los matrimonios concertados siguen al orden del día en India, siendo Rajasthan uno de los estados donde es más común esta práctica. La dote se sigue pagando a la familia del novio para compensarles por cuidar de la novia que tiene que abandonar su hogar para ir a vivir a casa de la familia del novio.
La ceremonia continua pese a que ninguno de los contrayentes lo desea. Ponen un pañuelo entre la silla del novio y la novia para que no puedan verse y sale la novia llorando, casi arrastrada por su cuñado y se sienta. Los lloros no cesan, ambos miran al suelo. Un hombre les coge las manos y las ata, primero con un pañuelo y por encima de éste una cuerda. Mientras tanto otro hombre entre espasmos y gritos a modo de trance les bendice y parte un coco en el altar como ofrenda a los dioses.
Bajo el velo que cubre el rostro de Seema vemos una cara de tristeza absoluta. Ambos se ponen de pie y se colocan uno detrás del otro y retiran el pañuelo que separaba sus caras aunque todavía no se han visto. El pequeño altar está en llamas y la temperatura aumenta todavía más. Las familias cantan y bendicen a los novios con dinero y dulces mientras muy lentamente, casi inmóviles, van caminando sobre billetes que después colocarán en sus coronas. Dan 3 vueltas y se vuelven a sentar intercambiando los asientos. El calor ha hecho mella y Seema sentada en la silla se desmaya. Su madre grita su nombre mientras llevamos agua para que le mojen la cara, pero la ceremonia continua. Desatan el pañuelo y mojan sus manos en un cuenco con agua. El novio está agotado también.
Ha finalizado la ceremonia, Seema se ha casado pese a estar inconsciente. La llevamos dentro de casa en brazos. Agua, aire y quitarle algo de ropa. Mientras tanto el novio también ha sufrido el golpe del calor y se lo tienen que llevar a en volandas. Seema parece recuperarse poco a poco y salimos de la casa para que puedan cambiarle la ropa.
La novia se queda en casa, consciente y descansando. El novio está fuera descansando también y algo más ligero de ropa.
La boda ha llegado a su fin, los novios pasaran su vida juntos y todavía no se han visto ni han hablado entre ellos. Según los indios, el amor viene después.